Advertencia de contenido: Este artículo utiliza el termino incesto emocional, discute el abuso emocional infantil y las relaciones parentales nocivas.
La primera vez que mi terapeuta mencionó el termino incesto emocional me agarró desprevenida. El termino en si genera una reacción de rechazo inmenso. Me anotó la información de un libro para que lo buscara cuando estuviese lista.
No estuve lista por mucho tiempo.
Aun cuando me arme de coraje para empezar a leer e investigar, me resultó muy difícil aceptar el IE. El término es demasiado difícil, demasiado crudo, demasiado intenso, pero me di cuenta que es la descripción más adecuada para describir el abuso que sufrí.
El término IE no está hecho para alivianar o menospreciar la experiencia de víctimas de un incesto físico. El IE refiere al abuso emocional invasivo entre padres e hijos que atrofia su sentido de la identidad y no les permite recibir afecto. Niños que han sido descuidados o desprotegidos, a menudo expuestos a interacciones y expectativas de adultos a una edad muy temprana.
La Dra. Patricia Love escribe en su libro El sindrome de Incesto Emocional que el IE ocurre cuando los padres buscan apoyo emocional en sus hijos en lugar de acudir a sus parejas o a otros adultos. Estos padres pueden parecer amorosos y devotos con sus hijos, pero ese amor no es sinónimo de crianza amorosa. A menudo ese tipo de amor es una táctica inconsciente para saciar sus propias necesidades no satisfechas.
Existen cuatro tipos de relaciones parentales desarrolladas bajo el espectro del IE: los padres romantizantes, los padres negligentes, los padres sexualizados y los padres críticos/abusivos. Los padres romantizantes buscan en sus hijos el cuidado y la intimidad emocional que debería obtener de otro adulto en una relación afectiva. Se espera que los niños actúen como pareja sustituta o como mejor amigo. Los hijos de padres negligentes a menudo asumen el rol de «niño paternizado», alguien que tiene asumir el rol de adulto, cuidar a sus padres, a sí mismos y a sus hermanos, cumpliendo con deberes y obligaciones a una edad muy temprana. Los padres sexualizados caminan en la delgada línea del abuso emocional y el incesto sexual. Este tipo de IE se ve por lo general cuando un padre del sexo opuesto al de su hijo lo pone en un pedestal y desarrolla una fijación que resulta perjudicial. Los niños no son abusados sexualmente por lo general pero sus padres si cruzan limites que rozan la delgada línea que los separa.
Los padres críticos/ abusivos oscilan entre la atención y el abuso. Quizás esperen que estén siempre cerca para cuidar de ellos, pero a la vez ese cuidado nunca cumple con sus hipercríticas expectativas. Los niños nunca ganan. Los padres abusivos o críticos pueden también ser uno de ellos, ya sea padre o madre, que resiente la relación que su pareja tiene con los niños. Uno de los padres es amoroso y tolerante mientras que el otro es abusivo y criticón.
Cuando se observa las señales de este entramado emocional, se observa que los niños pueden primordialmente caer en estas categorías, o pueden haber experimentado más de una de estas relaciones con sus padres. Se puede experimentar una mezcla de todas estas categorías.
Los niños expuestos a el IE sin importar cual sea luchan para cumplir con este apoyo emocional a la vez que aprenden a suprimir sus propias necesidades. La Dra. Patricia Love nos dice que «la invasión emocional trae serias consecuencias en niños que al crecer sufren de depresión, ansiedad, problemas de baja autoestima y en sus relaciones, desórdenes alimenticios, perfeccionismo, alcoholismo, drogadicción y disfunciones sexuales.»
El IE a menudo se presenta como «el hijo predilecto», una situación con un padre y un hijo muy apegados o enredados emocionalmente. Los niños no tienen las herramientas para manejar esos niveles de invasión emocional y responsabilidad. El padre tiene todo el poder y control. El niño depende del padre, y la necesidad de sentirse conectado es lo que hace que este entramado sea tan peligroso.
Cuando un niño se convierte en sustituto de pareja o mejor amigo los límites de la relación se difuminan. La situación empeora cuando el niño no puede satisfacer las necesidades emocionales del padre y el péndulo oscila de la atención al enojo.
Como es mi caso.
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Yo experimente una mezcla de padres romantizantes y abusivos/críticos. te tratan de manera especial por un momento y al siguiente te avergüenzan. Esto les enseña a los niños que sus sentimientos y necesidades no son prioridad y que su principal tarea es apaciguar a los adultos. lo que es aún peor, las necesidades emocionales de los niños rara vez son reconocidas como tal y mucho menos atendidas.
La parentización y la codependencia puede ser muy similar, y solaparse de muchas maneras, pero lo que en mi opinión se destaca y hace que el IE sea diferente es la invasión emocional extrema del abuso.
Los niños en ambientes parentizados por lo general se dividen en dos categorías, ya sea en niño maravilla o en chivo expiatorio. En relaciones con IE los niños maravilla y los chivos expiatorios a menudo son lo mismo. Los niños que sufren parentización a menudo sufren de las mismas devastadoras consecuencias, pero el termino de IE es mucho más relevante para la forma de abuso que yo experimente. Esta distinción que hago es muy personal y está basada en años de trabajo con mi terapeuta. No puedo decirle a nadie como sentirse, para algunas personas el término parentización quizás resulte más apropiado. Sin embargo, nadie más que yo ha experimentado mi abuso y tengo derecho a encontrar mi propia estabilidad en estos términos psicológicos.
Tengo una relación complicada con mi madre, como la mayoría de las hijas, pero no es eso lo que me llevo a terapia en primer lugar. Mientras trabajaba con mi terapeuta sobre mis problemas, otros asuntos mucho más profundos salieron a la luz. En muchos aspectos tuve una niñez maravillosa, pero a menudo ese es el ambiente propicio para el desarrollo del IE. Por mucho que aprecio lo cerca que me siento de ella la mayor parte del tiempo, repentinamente todo cambia sin advertencia alguna y todo lo que hago y digo está mal.
Es increíblemente desorientador para un niño a medida que intenta navegar el mundo de los problemas de adultos y sus sentimientos.
El niño oscila entre sentimientos de ser especial o ser inadecuado, especialmente cuando sus padres despotrican cuando sus necesidades no son satisfechas. El niño a menudo desarrolla una necesidad de ser perfectos en otras áreas de su vida para compensar la culpa de defraudar a sus padres en casa.
Yo también fui muy pero muy cercana a mi padre, pero estaba lejos durante la mitad del año, todos los años, viajaba por negocios durante la mayor parte de mi infancia. Mi madre resentía mucho el hecho de que el no estuviera y se sentía como madre soltera la mayor parte del tiempo, aun cuando él trabajaba para proveer para nosotras. Su ausencia la llevo a buscar apoyo y compañía en mí. Aun así, siendo niña no pude llenar ese vacío.
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Cuando finalmente me decidí a leer los libros de la dra. Patricia Love sobre IE, me sorprendí encontrar esta paz en sus páginas. Describía experiencias de mi infancia con tal precisión que sentí que la autora había estado ahí observando.
Esta información me hizo sentir triste y enojada, pero también fue revelador. Me reveló las razones por las cuales no puedo decir que no o tener límites sanos con las personas en mi vida. Sentí que ahora era consciente de mi falta de confianza, aun con mis amistades más cercanas. Me dio el conocimiento sobre la culpa que sentía al decepcionar a mi madre y el porque me obsesiono completamente con ser la mejor en todo. Me ayudó a entender la ambivalencia de confrontar las cosas negativas que me han sucedido, cosas que negaba y el deseo de mantener mi dinámica familiar intacta.
Paul Dunion discute la importancia de hablar sobre lo que paso y de las implicancias de crecer tan rápido para sanar lo que él llama la herida silenciosa.
Mi sanación empezó con el libro y con la habilidad de analizar el tema con mi terapeuta. Ella me ayudo a desenterrar mis sentimientos y experimentarlos sin emitir juicio o sentir miedo. Me sentía desilusionada, deprimida y furiosa. Me sentí expuesta y experimenté un profundo entendimiento sobre el por qué había lidiado con ciertos asuntos desde mi niñez. La dra. Patricia Love escribe sobre los mensajes ocultos que reciben los niños elegidos, “nunca causas problemas, pero ni siquiera lo intentes. Sos una niña tan dócil, nunca sientas enojo, pena o dolor. Sos tan especial, solo se lo que yo quiero que seas.”
Estos mensajes ocultos permearon mi vida y alimentaron la montaña rusa que es mi autoestima. Mi valor residía básicamente en hacer feliz a mi mama (y a otras personas) y ser perfecta. Intente ocultar mis sentimientos, pero era como un volcán. Contenía todo hasta que una pequeña chispa me hacía explotar.
Me veía como confidente cuando mi padre no estaba, una mejor amiga, y una niña perfecta. Hice mucho esfuerzo por adaptarme a sus cambios de humor y anticipar sus necesidades. A pesar de sortear todos los obstáculos que ella me ponía, de alguna manera ante sus ojos seguía cometiendo errores. Nunca nada estaba bien hecho. Nunca sabía si me iba a felicitar o a regañar. Se enojaba muchísimo y me decía cosas horribles durante sus ataques. Ni siquiera puedo reproducirlas por escrito, aun después de todos estos años.
Me criticaba por usar remeras deportivas todo el tiempo y me decía que ningún chico se fijaría en una chica como yo. Luego, cuando me vestía más femenina e intentaba salir con mis amigos me llamaba prostituta y me decía que avergonzaba a mi familia.
Soy extremadamente independiente, muy determinada y me gusta decir lo que pienso. Si siento que me atacan me defiendo. Ella me presionaba y me invadía y yo intentaba detenerla, pero no había forma de escapar a las redes en las que me metía. Usaba sus conocimientos sobre mí y mis emociones para enaltecerme o destruirme. No había puerta o barrera física que pudiera detenerla. Si me alejaba me seguía y literalmente me acorralaba en una esquina hasta que cedía. Me hacía pedazos. Las idas y vueltas de amor y abuso me mareaban a veces.
Escuchaba sus críticas y abusos verbales y emocionales hasta que estallaba, mordía el anzuelo y le contestaba. Podía durar horas o días. A medida que iba creciendo empecé a disculparme por las ofensas inexistentes y así terminar con las peleas. Pero para ser sincera las peleas nunca terminaron realmente. Resurgían todo el tiempo y en cualquier momento.
Desentramar todas las capas del IE me ayudo a entender por qué había evitado las relaciones afectivas y la intimidad durante tanto tiempo.
También explica por qué elegí parejas que eran emocionalmente distantes. Explica mi extremo perfeccionismo y la necesidad de ser reconocida por figuras de autoridad. Finalmente entendí por qué mis valores estaban atados a mis logros y a que la gente pensara que soy buena.
Al principio me costó mucho separar lo que fueron los buenos momentos de mi infancia de lo que fueron los malos momentos. No sabía si podía realmente sanar. Me tomo años de arduo trabajo. También debí aprender a dejar mi obsesión de ser perfecta y especial.
Tuve que aprender que está bien sentir cosas. Que estaba bien expresar mis necesidades y que otra persona las satisficiera ya que es una parte importante en relaciones sanas y confiables.
Recibí mucha resistencia cuando intenté proponer algún tipo de limites o barreras. Me acusaron de ser reservada. Me avergonzaba ser egoísta o cruel. Me dijeron que era una hija espantosa y que ya no la amaba. ¿Por qué era tan distinta? Me dolía y me hacía sentir sola y con miedo. Sin embargo, no estaba sola. Tenía a mi terapeuta, que podía ser mi aliada imparcial, y amigos que trabajaban conmigo en construir relaciones que nos eran mutuamente satisfactorias. Hacer las paces con mis padres y ser realista sobre sus capacidades amorosas a la vez que aceptaba sus rasgos negativos también me ayudo a sanar. Ser consistente con mis límites y ocasionalmente renegociar algunos términos era el siguiente paso de mi recuperación. Darme cuenta de que no estoy totalmente desprotegida también hizo gran diferencia. Ya no soy una niña que necesita que esta relación sobreviva. Puedo elegir terminar la relación si siento la necesidad de hacerlo. Hay poder ahí.
Quiero ser mama algún día, y estaría mintiendo si digo que no estoy nerviosa de serlo. ¿Le haré esto a alguno de mis hijos? No tengo la intención, obviamente, pero para mantener mis ideas en orden planeo seguir trabajando con mi terapeuta. No voy a ser una madre perfecta tampoco, a pesar de mis buenas intenciones, pero puedo ser consciente de mis limitaciones y trabajar duro para apoyarme en los adultos con quienes me relaciono sanamente para que satisfagan mis necesidades emocionales. Puedo seguir reconciliándome con mi pasado y trabajar para mantener y mejorar mis relaciones actuales.
La Dra. Patricia Love nos recuerda, «No podés deshacer la manera en la que tus padres se relacionaron con vos, pero si podés cambiar la manera en la que te relacionas con ellos ahora»
Luego de mucho insistir en poner límites y cambiar lo accesible que soy para mi mama y mi familia, ha habido cambios positivos. Nunca es perfecto y aun me acusan de ser indiferente y reservada de vez en cuando. Intento ser honesta y le pido a mi mama que madure y que cambie conmigo. A veces accede y a veces no. Sin embargo, cuando no accede sé cómo protegerme y garantizar las medidas radicales de autocuidado que necesito para seguir adelante con mi sanación del IE. Los cambios en nuestra relación son sutiles, pero con el tiempo esos cambios han sumado a tener una dinámica más saludable. Con suerte, podemos seguir construyendo una relación más sana, pero en caso de que no podamos hacerlo voy a sobrevivir a todo eso.
[Featured Image: A grey-scale photo of a person with long dark hair. They are biting their fingers and wearing a sweater as they look downward.]
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